¿Por qué sentimos asombro ante un atardecer o la majestuosidad de una montaña? Esa belleza surge cuando el "yo", con todos sus problemas, desaparece, aunque sea solo por un instante. Pero, ¿cómo podemos cultivar esta experiencia más allá de momentos fugaces? A menudo asociamos la belleza con lo externo: el arte, los paisajes o las personas. Sin embargo, podríamos preguntarnos: ¿reside realmente la belleza en esos lugares, o surge de un estado interior donde el ego guarda silencio?
¿Reside realmente la belleza en esos lugares, o surge de un estado interior donde el ego guarda silencio?
En la capacidad de percibir sin la interferencia del ego radica la belleza. El problema es que el ego actúa como un filtro que distorsiona nuestra percepción. Cuando estamos inmersos en nuestros problemas o deseos, vemos el mundo a través de las lentes del juicio y la comparación. Esto nos impide experimentar la belleza en su pureza, porque estamos demasiado ocupados con el "yo".
Entonces, ¿cómo podemos desprender nuestra mente de la belleza del presente?
- Observa sin etiquetar: Al mirar algo, evita definirlo o describirlo. Simplemente obsérvalo y déjalo ser.
- Crea espacio interior: Una mente llena de pensamientos no tiene lugar para la belleza. En el silencio interior, cuando dejamos de proyectar pensamientos, aparece una conexión directa con lo que observamos.
- Conéctate con lo sagrado: Esto puede ser una creencia o simplemente la naturaleza. Cuando el ego desaparece, surge una cualidad sagrada en nuestra percepción. Entonces, la belleza se convierte en una experiencia profunda y transformadora.
Observar sin el ego nos permite redescubrir la belleza del mundo tal como es, sin las distorsiones del pensamiento. Al trascender el ego, descubrimos una vida rica en belleza y significado, sin necesidad de buscarla fuera de nosotros mismos.